Eth nòste projècte ei Aran. Aran ès tu

LAS CUENTAS CLARAS

El debate ha sido arduo y en ocasiones agreste, especialmente en el ámbito de la cultura, una materia en la que, frecuentemente, la oposición popular y convergente desgarra sus vestiduras, ya sea para hablar de “desconstrucción nacional” los unos, como para reprochar los excesos nacionalistas, los otros. Lo cierto es que, en la medida que transcurren los períodos presupuestarios, las llamadas a la rebelión y los ecos de las catástrofes vaticinadas por algunos, no encuentran respuesta, ni en la sociedad, ni en los sectores culturales. La razón es simple: con los números en la mano, el gobierno está cumpliendo sus compromisos y entre ellos, el de doblar el presupuesto de cultura. Un presupuesto que ha aumentado, en los tres ejercicios pasados, más de 34 millones de euros de media, es decir, cerca de los 102 millones de euros, una cantidad que, por ilustrar el cambio producido respecto de anteriores etapas, ha cuadriplicado la inversión de la última legislatura de gobierno de CIU que tuvo un incremento global de 25 millones de euros. Es cierto que para alcanzar la cifra deseada que suponga doblar la cifra de los 173 millones de euros heredados en el 2003, el presupuesto del próximo ejercicio, es decir el del 2007, tendrá que aumentar un 25,68%, una cantidad perfectamente asumible y que entra en las previsiones del gobierno.
Pero quizás y más allá de cumplir con los compromisos presupuestarios, lo importante de este presupuesto es que, por fin, las cuentas de la cultura tendrán un impacto territorial con la ejecución del “plan de choque” de las infraestructuras culturales. Bibliotecas, salas polivalentes, teatros y auditorios tendrían que empezar a florecer con los 72 millones de euros que van destinados a este fin. En buena hora, este presupuesto supera la centralidad de un país que había condenado a sus periferias a la inanición y a la inequidad cultural. El cambio es substancial. Posiblemente haya por parte de algunas élites, un rechazo a la socialización de la cultura, al teatro de pueblo o a la sala polivalente de barrio. Pero hoy, más que nunca, este gobierno sabe que la política cultural no puede ser, como en tiempos de CiU, un mero instrumento de adoctrinamiento político. Hoy la cultura tiene que ser uno de los pilares de la cohesión social de nuestro país, un espacio de encuentro para concertar un modelo de convivencia, de identidad compartida y de proyecto. Para ello, la política cultural necesita un alto grado de transversalidad, superar el debate endogámico e infiltrarse en el proyecto social, des del urbanismo hasta la sanidad.
No podemos olvidar que los comportamientos incívicos que intentan reprimir nuestras ciudades, o algunas lacras sociales sólo pueden ser inoculadas por una vacuna cultural que garantice el acceso a una identidad ciudadana que contenga los valores necesarios para impulsar un modelo social, estable y más justo. Para ello, las políticas culturales tienen que ser el cemento que cohesiona nuestro sistema social, y eso, no sólo es una cuestión de dinero, que también, sino la clarividencia de aplicar un modelo cultural pensado desde el conocimiento de las necesidades reales de nuestra sociedad. Frecuentemente, la cultura ha sido el espacio donde algunos nacionalismos han proyectado su sueño nacional, y es legítimo, pero hoy, ese concepto cultural, en una sociedad diversa como la nuestra, se convierte en un instrumento obsoleto porque es incapaz de gestar una identidad de proyecto sobre la que aquellos recién llegados a nuestros barrios encuentren referentes para su integración. Por tanto, resulta evidente que la construcción nacional, tal y como la entienda cada opción política deberemos plantearla desde un plano puramente político, y la cultura, en el amplio sentido de la palabra, tendrá que afrontar retos más amplios que, únicamente, el fortalecimiento de un determinado concepto de identidad. En eso estamos, en proyectar un modelo cultural que sea útil a nuestra sociedad y responda a los retos de una sociedad del siglo XXI, diversa y compleja.

Francesc X. Boya i Alós

Diputado al Parlament de Catalunya PSC-CPC